Vertientes en pintura
Después de pintar desnudos, inicio otra etapa de la vida en su trabajo, caracterizada por la denuncia de situaciones de injusticia social. En ella expresó con gran sensibilidad su compasión y solidaridad con el sufrimiento humano.
Es por ello que dividió su pintura en dos vertientes: una muestra fenómenos humanos individuales que tienen un contenido social o psicológico; adolescencia, clavel rojo, maternidad y violencia, pordiosera, la caída, la justicia, la bañera, maternidad negra y amargada: aquí la figura dominante es la de una mujer que vive un determinado proceso relacionado con la condición femenina, como el florecer de la pubertad, la locura, la tristeza y el abandono. Ella enfrenta las consecuencias de una situación relacionada con su posición de inferioridad, de discriminación social, pobreza, abuso de poder o competencia con otra congénere.
Pintó un país que se fue o que se está yendo. Pintó las montañas, las casas en el campo, las mujeres al borde de las ventanas y los cielos a punto de estallar en aguaceros dementes, las cosas simples de la vida con que terminó sus días y noches de pintora y de amante de ese Dios que estaba tan cerca que casi podía tocar.
Pintura de Débora Arango
"En mi concepto, el arte nada tiene que ver con la moral: un desnudo no es sino la naturaleza sin disfraces, tal como es, como debe verla el artista".
"Un cuerpo puede no ser bello, pero es natural, es humano, es real, con sus defectos y deficiencias. Además no se debe tener un concepto superficial de belleza."
Sus desnudos despertaron mucha polémica, algunos terciaron a favor y otros en contra, los segundos categorizaron sus obras como "expresión pagana", aunque a ella no la preocupó demasiado, ni la intimidó, ni le impidió trabajar. Contaba con la tranquilidad de ser apoyada incondicionalmente por su padre y con el recuerdo y complicidad de su amiga Luz Hernández que posó para que Débora la pintara desnuda.
Los desnudos de Débora fueron el fruto natural de la contemplación emocionada de una pintora sobre el cuerpo femenino desnudo, en cuya producción no intervienen los prejuicios sociales ni las normas vigentes del decoloro y la representación artística, lo cual inauguró para la pintura colombiana una nueva manera de ver a las mujeres.
En sus pinturas temáticas que estaban vedadas en Colombia, habló de temas prohibidos, vivió una vida propia cuando sólo pocos se atrevían a hacerlo, desbarató tabúes que se habían vuelto costumbre desde siglos y se acercó al ser humano con los ojos abiertos, y a Dios, su amor más profundo, el que la sostuvo siempre en la batalla de aprender a ser a su imagen y semejanza.
Aprendió al lado de Eladio Vélez, durante cuatro años. De ahí para allá fue discípula de Pedro Nel Gómez, su pintor preferido. En noviembre de 1939 Concurrió con mis obras a una exposición patrocinada por la sociedad de amigos del arte, en el club unión de Medellín. Sus cuadros sobre todos los desnudos causaron desconcierto, por decir lo menos. Se le tachó de inmoral. A un cronista de la prensa le dijo, “en mi concepto el arte era perfectamente independiente de la moral. Con esto el escándalo fue mayor. No me explico estas cosas: yo pinto sencillamente y quisiera que así mismo pintaran mis cuadros. Yo hubiera querido que las críticas de entonces y las de ahora también se refirieran a mi manera de pintar, a mi técnica, a mi arte, en una palabra; pero por desgracia, todo el furor se estrelló contra los temas.”
Débora era considerada como el artista pintor más original de Colombia, junto con el maestro Pedro Nel Gómez. Tuvo originalidad y poderío en el manejo de los colores y genial atrevimiento en la temática.
Trabajó
Y en la otra vertiente se puede distinguir la etapa de denuncia social, en la que dominan las pinturas de grupos humanos, o bien se denuncian la pobreza familiar (paternidad, patrimonio, voceadores y terciadores).
Al mismo tiempo interpretó los distintos acontecimientos históricos y el clima de zozobra, violencia y mortandad del momento y los plasmó en sus obras. Entre ellas esta Masacre 9 de abril, muestra el violento episodio que despertó la ira popular, simbolizando no sólo el caos que siguió al crimen, sino los distintos actores que se vieron involucrados en los acontecimientos posteriores.
"Yo no soy liberal, soy muy metida."