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Sobre Débora...

Nació el 11 de noviembre de 1907, octava hija de un total de catorce descendientes, dos de los cuales fallecieron muy pequeños. La niña fue bautizada con el nombre de Maria Débora Elisa por el padre Germán Posada, el 18 de noviembre en la iglesia de San José en Medellín.  Desde niña fue muy apegada a su padre. tomaba su mano, lo acompañaba cada que podía a realizar toda clase de diligencia, en especial a visitar los domingos a Mamá Rufina, como llamaban familiarmente a la abuela paterna y cuya muerte le causó honda impresión.



Fue una mujer como casi todas las mujeres colombianas, pero se diferenció de ellas en que tuvo una virtud admirable: enamorada de su arte, llevó al lienzo todo lo que la conmovió, sin prejuicios ridículos, sin preocupaciones distintas de la de ser fiel a la emoción. El arte no encontró en ella las cadenas con que muchos quisieron subyugarla, expresó libremente el sentimiento ante la vida. Arte realista, sin disfraces, duro y acre como la vida misma.

En cuanto a su vida personal nunca sintió verdadero interés por contraer nupcias y en sus años de vejez opinaba que el matrimonio era una trampa. No se casó, según dijo “porque yo vivía pensando en mi pintura. Nada de hijos. no me preocupaba. Siempre fui soltera. Hijos, mis cuadros eso si” en otras ocasiones declaró tajadamente “nunca hubiera sido pintora con esa cruz del matrimonio y no alcancé a enamorarme de ningún hombre, y ningún hombre se enamoró de mi, porque yo era una figura rara”. Sentía que era vista como “una especie de María Cano”, es decir, como una revolucionaria que en el terreno del arte cuestionaba el orden establecido, al punto de que en ocasiones, cuando iba por la calle, era señalada por los muchachos como la pintora de desnudos.  

Los hombres sentían temor hacia ella por el escándalo que despertaba su pintura. Y no faltó el que le pidió que pintara más bien santos o retratos.
La renuncia a la vida conyugal fue natural y espontánea. Tenía muy claro la indeseable condición de subordinación que adquiría entonces la mujer al casarse, así como el hecho de que el matrimonio “era una lotería”. Prefirió entregarse por entero al arte. No contrajo matrimonio pero asumió las riendas del hogar desde el fallecimiento de su madre y la enfermedad de su padre, y de ésta manera tuvo su responsabilidad doméstica. Administraba el dinero familiar, velaba por el bienestar de sus hermanas y cuidaba de la conservación de Casa Blanca, donde se reunía la familia en diciembre con los amigos de las fincas vecinas y hacían deliciosas tertulias en las que tocaba el triple y cantaba.


Fue una de las primeras mujeres en Medellín en usar pantalones en lugar de falda, especialmente para practicar la equitación (montar en caballo), una de sus grandes aficiones. El uso de pantalones era considerado como reservado a las mujeres de vida licenciosa, lo cual en distintas ocasiones le trajo inconvenientes.

Juliana Heredia Cartagena



Fuente: Débora Arango vida de pintora, por Santiago Londoño Vélez. Ministerio de Cultura.

Biblioteca UdeM, 759.98612 L847.

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